La
sombra de mis miedos repiquetea en mi cabeza como el eco del pasado deja mella
en la memoria. Hay una nimbo en mi alcoba; una nube profunda y lánguida que
avecina la tormenta. Cuando llegara el ojo del huracán me he cansado de
esperarlo dando tumbos en el viento. Mirando el cielo y el infierno mordiéndose
las orejas lamiéndose las entrañas. Son siameses enraizados desde el alma hasta
los dientes. Hoy la noche me atosiga y el silencio me sedujo, hablando secretos
al oído; de esos susurros ermitaños y sedientos que buscan siempre un cómplice,
un extraño, un señuelo. Mi cuerpo mira sus cráteres, mi alma siente sus
lunares; Espasmos níveos y salvajes. Sueños fríos y ardientes, boca seca,
verdad siniestra; no es acaso la verdad la que se asoma entre las grietas de
esta adusta realidad solo para engendrar más verdad en nuestros corazones, más
deseo en nuestras pasiones, más miedo en nuestros temores.
Hacia
dónde va el silencio cuando grita, hacia dónde va la vida cuando muere, hacia
dónde va el amor cuando se esconde, la verdad cuando miente y el espacio al ser
llenado es como el viento atrapado, es como el eco silenciado. En este espacio
pagano yo vago, yo espero, yo, yo, yo. Se ha demorado el cancerbero, como se ha
olvidado la distancia; y así la noche sin sombra se aferra a su silueta, como
yo me aferro a estas letras solo para no besar a Morfeo pues su beso es sincero
y su promesa es de fuego. Es así como incendié mis ojos; para devorarme las
cenizas de mi pasado. Permanezco a tiro del destino que sigue franco en su
disfraz de patíbulo cristalino; avasallando todo lo que toca con sus alas
púrpuras y sus garras diamantinas. Estoy desnudo ante mi hambre, estoy sediento
ante mi carne, estoy cayendo en mis abismos; pero tengo alas de fuego y corazón
de infinito. Es por eso que no temo al cancerbero, es por eso que me acerco a
este espacio para vaticinar en runas todo mi tiempo escrito en esta mezcla
bizarra y viscosa de semen, sangre, llanto, miedo, valor, regocijo y fantasía.
Es aquí donde sucumbo solo un poco y solo hasta que reencuentre los vestigios
del poeta para garabatear un par de versos y eyacular mis propios miedos de donde sin duda nacerán los sueños nuevos,
mientras yo hago las paces con mi destino; lo beso y lo saboreo, la anhelo y lo
desprecio, lo soy y lo entierro como he enterrado esas memorias que aún me
miran; pálidas y desvanecidas pero vivas. Es así como se entierra un buen
recuerdo; cavando con vehemencia en el cráter que dejó hasta tocar tus propios
cimientos y con sus restos encumbrar otro momento.
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