Soy nativo de este mundo, de
este tiempo. Soy vasallo del momento, extranjero allá en la gloria, un proscrito
sin remedio, un buscador entre creaciones y universos paralelos.
Soy el cielo y el infierno,
ese ángel y ese ente tan hambriento que devora los instantes como lo hacen los
amantes cuando creen que se han perdido. Arañando sus latidos, persiguiéndose
las huellas, combatiendo en sus almenas, en su piel, en su voz que seduce a las sirenas.
Mis dedos son alas que
liberan fecundando espacios vírgenes con la semilla del poeta, con la sangre de
mis venas. Escribiendo versos libres en este instante, en tus ojos, en tu
pecho, en este eco infinito que han creado los que hoy ya han partido y sin
embargo no se han ido. ¡Están aquí¡ en el susurro que invoca tu memoria, en las
notas que hacen que baile intensamente el corazón hasta gritar que no se ha ido,
que aún está aquí debatiéndose en mi pecho.
Para estallar no necesitas
más razón que ser tú mismo, y escuchar profundamente ese rio salvaje y tierno,
como recorre lentamente tus fisuras, tus cráteres, y tus abismos. Hasta llenarte
y encontrarte, esperando justo como has llegado a esta tierra, desnudo y libre dando
tumbos en la niebla.
Corazón esbelto ¿!porque
sueñas, porque gritas, porque amas con fiereza, porque lloras, porque buscas
penetrando en las tinieblas¡? Porque eres lo más magno y más exiguo de este
mundo, lo más eterno y a la vez lo más resuelto, lo más grotesco y lo más
bello. Eres nativo hermano mío de este orbe, y por tu sangre, y por tu aliento,
y por tus sueños corre lo mismo que me hace escribirte estos versos extraviados
y sedientos.
<K>
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