viernes, 29 de enero de 2016

Lejos de la orilla

Lejos de la orilla...

Lenta, e insoportablemente, me he alejado de la orilla,
De esas costas en las que me bañaba de luz y me hartaba de los dulces frutos de la vida.   

Toma mi corazón. Ilumíname con tu fuego, e Incendia mis costillas.
Renace de esa pasión y aliméntate de mis restos.
Entre las cenizas de mis manos, indágame, saboréame, encuéntrame, búscame hasta tropezarte con mi voz y mis ecos. Mis rincones ahí. Sedientos de espacios, de sueños.

En algún lugar de mi mutismo, un alarido sobrevive inalcanzable y aun te llama,
Grita por tu piel, por tu olor, por tu sangre, por tu mirada.

Traspasando  tapias infranqueables, vastos cielos y extensiones inconmensurables, hasta llegar a tu rostro tan etéreo como incierto, tan fugaz como imperecedero.   

Legué hasta ti después del tiempo, de distancias, ilusiones y lamentos, después de todo, después del antes y el después, después de mi pactando con mis sueños, mis temores y mis versos.
Hasta ese primer beso que sacudiera al universo.

Así descubrí mi claridad, mi sentido y mi verdad, sin importar que no exista nada más.    
Amando al viento si es que aun te susurrara, y acariciara tus recodos, tus asperezas, tus sospechas, hasta tu piel mundana y trémula. Impactando al corazón, estallando en cada hueco de mi pecho, cada lunar y cada cráter de mi ser, en donde mueres lentamente y renaces otra vez cuando me alejo de la orilla, de las costas de mi vida, adentrándome en juglares tan espesos, tan lejanos y siniestros que no puedo más que entrar solo deshecho en mil pedazos gritando al cielo que no cambie, gritando al mar que no se hunda, a la tierra que regrese, gritándome que no me pierda más allá de donde no pueda alcanzar mis arenas y mis huellas, más allá de donde no pueda volver a los versos otra vez.  


<K>

                                                               



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